LLÉVAME DONDE LOS HOMBRES NECESITEN TU PALABRA
Nuevamente nos encontramos para continuar esta conversación Entre Laicos y recordarte que son muchos y muy variados los grupos de laicos que adelantan su misión en parroquias y localidades de todo el país y del mundo. Precisamente en estos días me encontré con Juan y Sonia, una pareja de ministros proclamadores de la Palabra que adelantan su misión en la parroquia donde viven en Bogotá. A propósito, debo decirte que la Iglesia distingue entre los siguientes ministerios: los Ordenados (Diáconos, Presbíteros y Obispos): los Instituidos (Lectores y Acólitos); los Reconocidos (Sacristanes, cantores y proclamadores, entre otros).
Los proclamadores de la Palabra son los laicos, varones y mujeres, que anuncian con su voz el mensaje de la Sagrada Escritura y prestan este servicio, especialmente en la Eucaristía.
Antes de seguir, déjame contarte que el laicado es “la primera vocación en la Iglesia” porque todos los bautizados reciben esa vocación con el bautismo, desde entonces se construye el compromiso cristiano para todas las situaciones comunes de la vida: en el trabajo, en la familia, en las relaciones humanas, en los problemas y dificultades, en el servicio a los demás. Desde que somos bautizados todos somos fieles laicos excepto los que son llamados a una misión especial y reciben el sacramento del orden o la consagración religiosa. Para usar una expresión de moda: Los laicos somos La Primera Línea de la Iglesia.
Al respecto y para tu reflexión, el Papa San Juan Pablo II se refería a la vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo en los siguientes términos: “Los diversos ministerios, oficios y funciones que los fieles laicos pueden desempeñar legítimamente en la liturgia, en la transmisión de la fe y en las estructuras pastorales de la Iglesia, deberán ser ejercitados en conformidad con su específica vocación laical, distinta de aquélla de los sagrados ministros. En este sentido, la exhortación Evangelii nuntiandi (SS Pablo VI, 1976) que tanta y tan beneficiosa parte ha tenido en el estimular la diversificada colaboración de los fieles laicos en la vida y en la misión evangelizadora de la Iglesia, recuerda que «el campo propio de su actividad evangelizadora es el dilatado y complejo mundo de la política, de la realidad social, de la economía; así como también de la cultura, de las ciencias y de las artes, de la vida internacional, de los órganos de comunicación social; y también de otras realidades particularmente abiertas a la evangelización, como el amor, la familia, la educación de los niños y de los adolescentes, el trabajo profesional, el sufrimiento. Cuantos más laicos haya compenetrados con el espíritu evangélico, responsables de estas realidades y explícitamente comprometidos en ellas, competentes en su promoción y conscientes de tener que desarrollar toda su capacidad cristiana, a menudo ocultada y sofocada, tanto más se encontrarán estas realidades al servicio del Reino de Dios —y por tanto de la salvación en Jesucristo—, sin perder ni sacrificar nada de su coeficiente humano, sino manifestando una dimensión trascendente a menudo desconocida»[76]”[i].
“Llévame donde los hombres necesiten tus palabras
Necesiten mis ganas de vivir
Donde falte la esperanza
Donde falte la alegría
Simplemente por no saber de ti.[i]
Entonces, le pregunté a Juan cómo le había surgido la vocación de ser proclamador de la Palabra y me contó que de adolescente en el colegio donde estudiaba lo ponían a leer la Biblia en las clases de religión y en las misas lo escogían para hacer las lecturas, pero después vino un tiempo en el que se apartó de Dios y de la Iglesia hasta que conoció a Sonia, se casaron y volvió con ella a participar de la misa dominical. Un buen día atendió la convocatoria que hizo el párroco para adelantar el curso para Proclamador de la Palabra y en compañía de Sonia se entregaron a prepararse para comprender, apreciar y realizar mejor el servicio eclesial de este ministerio en favor de la comunidad y, sobre todo, valorar la Sagrada Escritura como Palabra inspirada y confiada a la Iglesia, para comunicar el mensaje divino.
También me contó Juan que durante el proceso de formación también se aprenden las pautas básicas para la lectura de la Palabra de Dios, las principales definiciones gramaticales, los aciertos del Proclamador, la comunicación no verbal y el lenguaje corporal. “Es un programa de formación muy inspirador”, me dijo.
Al respecto le pregunté al Diácono Luis Eduardo Heredia, de la Parroquia Nuestra Señora de Aparecida, sobre la formación en el ministerio de Proclamador de la Palabra y me respondió: “La Palabra de Dios es una fuente espiritual para la vida de todo cristiano y en ella se emprende todo un camino de interiorización y de conversión, a partir de la propuesta de Jesús; por eso no hay vida cristiana, sin la Palabra de Dios. Con esta propuesta se acoge el deseo de meditar, estudiar y vivir esa Palabra, así como emerge la motivación de servir desde la Palabra a las personas y a la comunidad. Por ello existe el ministerio de la proclamación, que no se limita a leer la Palabra, sino que busca la común edificación de la Iglesia”.
Ahora bien, te cuento que la Iglesia le da especial importancia a este ministerio: En el Código de Derecho Canónico se establece: “Puesto que, en virtud del bautismo y de la confirmación, los laicos, como todos los demás fieles, están destinados por Dios al apostolado, tienen la obligación general, y gozan del derecho tanto personal como asociadamente, de trabajar para que el mensaje divino de salvación sea conocido y recibido por todos los hombres en todo el mundo; obligación que les apremia todavía más en aquellas circunstancias en las que sólo a través de ellos pueden los hombres oír el Evangelio y conocer a Jesucristo”.[i]
Finalmente, si sientes el llamado para asumir el Ministerio de la Palabra como parte de tu proceso de conversión y quieres dejarte llevar a donde los hombres necesiten la alegría y la esperanza porque no conocen a Dios, no dudes en buscar en tu parroquia el programa de formación de proclamadores de la Palabra y vincúlate con decisión y dedicación porque puedes encontrar tu misión, llenar tu vida y contribuir al fortalecimiento de la Iglesia.
Autor: Carlos Francisco Jaramillo Angulo
[i] Código de Derecho Canónico 225 § 1
[i] Fuente: Musixmatch. Compositor: Enrique García Vélez
[i] Exhortación Apostólica Postsinodal Christifideles laici de Su Santidad JUAN PABLO II sobre vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo capítulo II.